DYLAN LEBLANCSobrepasado por la velocidad a la que pasó de ser un don nadie a ser considerado “el nuevo Neil Young”, Dylan abandonó el camino fácil tras dos aclamados discos y un contrato con un sello multinacional, y con 23 años se encerró en los míticos estudios Muscle Shoals de Alabama para escribir un nuevo disco para él mismo.El resultado fue ‘Cautionary Tale’, una colección de brillantes y notables composiciones marcadas por su evocadora voz, la misma que llamó la atención de Lucinda Williams y Bruce Springsteen, que ahora se ha afilado y ha alcanzado el tono de la madurez. Honesto, en la búsqueda de una nueva verdad tras algunos problemas personales, y con mucho que decir, en el disco abundaban los momentos de claridad, sin esconder sus sentimientos, guiado por la máxima de Merle Haggard de que “el cantante es secundario para la canción”.Con un punto fantasmagórico en sus guitarras etéreas, ‘Cautionary Tale’ sonaba como la banda sonora de un pueblo abandonado en medio del desierto, un cautivador disco que le puso en la senda de otros jóvenes songwriters como Israel Nash, Hayes Carll, Robert Ellis o figuras ya consagradas como Ryan Adams o Jason Isbell.Su continuación, ‘Renegade’ (2019) fue un paso más allá. Acompañado nuevamente por la banda de Alabama The Pollies como acompañamiento, la producción del nuevo gurú del sonido americano, Dave Cobb, le llevó a grabar por primera vez en su carrera en directo en el estudio, en apenas 10 días, con un tono más eléctrico que se asemeja al Tom Petty de los 80. Texturas sonoras que evocan a sus influencias más obvias, como Young o John Prine, pero también a la música que sonaba mientras crecia, como U2 o The Police. Un disco espiritual y cohesionado para un artista que es ya una sólida realidad de la escena de raíces.